Se trata de un elemento de seguridad que no se debe descuidar, porque en una frenada cada centímetro cuenta.
La principal función del líquido de frenos es transmitir la fuerza ejercida sobre el pedal de freno a las pastillas y/o zapatas para llegar a detener el vehículo.
El líquido debe tener un punto de ebullición muy alto, estando siempre en funcionamiento a altas temperaturas (+250ºC), principalmente en frenadas de emergencia o frenadas continuas.
Para comprobar que el líquido está en perfecto estado, debemos fijarnos en su color, que debe ser amarillo transparente, y asegurarnos que el líquido se encuentra siempre entre las dos marcas de máximo y mínimo.
En caso de estar el líquido de frenos en mal estado, éste reduce su efectividad drásticamente, lo que puede suponer la corrosión y el deterioro de los componentes del freno (bomba de freno, ABS…).
Lo que recomiendan las marcas es cambiarlo entre el primer y el tercer año de uso del vehículo, y hacerlo siempre en un taller especialista. De esta forma, acortaremos la distancia de frenada y prolongaremos la vida del sistema de frenos de nuestro vehículo.