Le pese a quien le pese, el otoño ya está aquí, trayendo consigo días más cortos. En esta época del año conviene prestar atención al sistema de iluminación de nuestro vehículo, pues este puede resultar clave para garantizar una conducción segura.
Con la llegada del otoño los días se acortan y disponemos de menos horas de luz, y por este motivo esta es la mejor época para fijarnos en el sistema de iluminación del vehículo. Y aunque pueda parecer un tema secundario, no hay que olvidar que tanto la calidad como el reglaje de las luces del coche pueden influir directamente en la seguridad vial. La prueba de ello la encontramos en que el uso de la luz diaria podría reducir hasta el 12% los atropellos de peatones y ciclistas en España y el 5% los accidentes en carretera.
Una buena iluminación nos facilita la visión de la calzada y avisa a otros de nuestra presencia sin causar deslumbramientos, un efecto que puede conllevar situaciones de inseguridad en la carretera.
En este sentido, tanto las lámparas o bombillas (hay que cambiarlas cada 50.000 kilómetros o cada 2 años) como los faros (los encargados de proyectar la luz) son importantes. Éstos últimos deben ser de calidad, pues de lo contrario podrían romperse, fundirse o quemarse. Además, si el alcance luminoso de la luz de cruce o de la luz de carretera no es suficiente, existe un riesgo para el conductor, para los ocupantes del vehículo y para los demás usuarios de la calzada.
En este punto no podemos dejar de advertir que la calidad en los recambios también debe tenerse muy en cuenta. Si la fijación del faro no es la correcta puede entrar polvo y humedad, y se podría originar un cortocircuito. Además, la pintura, el revestimiento del reflector y los soportes pierden su color o se desueldan completamente.
Por tu seguridad, recuerda que una buena iluminación disminuye el tiempo de reacción y mejora la visibilidad en condiciones meteorológicas adversas, y te permitirá anticiparte más rápidamente a cualquier obstáculo o circunstancia.